Voy al tejido hondo de la
herida
con pies en barro, peligro y
emergencias.
Que no soy yo, vivir sin mis
urgencias.
No logro anclar recuerdos en
el fondo
de este constante cultor del
“que habrá sido”.
Que por cuanto más de ti,
menos olvido.
Por escribir de ti, desoplo
velas.
Me regañan los deseos ya
cumplidos
y un brindis viene a mi
cristal arrepentido.
Pero quien puede juzgar al
joven que se ha sido,
si por tan joven se alega la
imprudencia.
Quien dice amor, desdice la
conciencia.
De que excusa pinto estos
barrotes
que si apenas me esconden
del sol vivo.
Que si apenas me hacen
hombre primitivo.
No puedo hablar, amor, de lo
que tuve.
De aquella flor que deshonra
mariposas.
Del olor a amarte que aun
hay entre mis cosas.
Quería honrar tu nombre,
este silencio,
vuelto pacto inviolable con
el verso.
Pero es que ya no habrá
rimas sin mañana.
Ni habrá verbos, ni acuerdos, ni Mariana.
Ni habrá verbos, ni acuerdos, ni Mariana.
Jorge Albella
(1989)